No me había dado cuenta hasta ahora de la pereza que me produce escribir en campaña electoral. Arrastro una pesadez estomacal impropia de mis pocas primaveras, pero es una sensación persistente, que se agudiza cuando, de improvisto, se planta delante mía uno de tantos - demasiados - carteles de propaganda que empapelan mi ciudad. Tengo otro síntoma por culpa de este cólico partitocrático: se me arrugan las meninges cada vez que abro los blogs que sigo y sólo veo el eco machacón del mismo cuento, y me preocupa, no sólo por el fastidio para el cuerpo, sino porque me gusta pensar que la blogosfera es la última selva virgen; el último reducto de salud política.
Pero estos indeseables no respetan a nada ni a nadie. El mundo se encuentra transitoriamente dominado por la consigna y el grito maniqueo y es imposible hacerse el sordo durante mucho tiempo. Es inevitable: llevamos en pre - campaña casi cuatro años, y es lógico que ahora, cuando ya sí puede decirse abiertamente, el dilema parezca reducirse a votar o no votar (en contra de unos o de otros). Sin embargo, pase lo que pase el 9 de Marzo, sea bueno o malo para los amantes de la política - espectáculo o para la gente sensata en general, la vida seguirá su camino. Al 9 le seguirá el 10 y, detrás, todos los meses del año, hasta que una buena mañana de 2012 se complete otra vez el ciclo. Igual ocurre antes: quizás la corrupción haya llegado a tal extremo que ni el monopolio del ventilador mediático sea capaz de airear la podredumbre, quizás un señor aragonés o un señor andaluz, metidos a catalanista de toda la vida, deciden que esta "cosa" que ha sobrevivido a la osteoporosis moral de la partitocracia ya no aguanta el peso de sus egos, manías, obsesiones (y vergüenzas). No importa; nada de esto es realmente importante.
Hace mucho tiempo que la política profesional se desentendió de la realidad del pueblo español. Ni siquiera cuando los políticos invocan los "temas que interesan" o apelan al "sentido común" están hablando en nuestro idioma. No. Aunque sean gente honrada que trabaja ocho horas al día y se gana el pan como cualquier otro, sus negocios no corren el riesgo de quedarse sin clientes, no corren el riesgo de perder su puesto de trabajo; el banco jamás les embargará los bienes de su empresa si dejan de afrontar sus créditos y, en cualquier caso, siempre podrán pedir uno más grande para ir parcheando. No tienen la obligación de hacer bien su trabajo para mantener su cuota de mercado, no tienen que hacer sus cuentas con tranquilidad, exprimir cada minuto, sudar cada céntimo, cuidar a cada cliente, motivar a cada subordinado, medir cada palabra, mantener la coherencia en su discurso, responder por sus actos, en fin, asumir los compromisos y riesgos inherentes a la madurez. Les falta responsabilidad y les sobra capital: económico, caído del cielo por obra y gracia de la ley que ellos mismos se hacen, y humano, que brota a las puertas de sus sedes como si fueran champiñones, frescos y dispuestos a dejarse cocinar por cualquier enterado.
Definitivamente, los políticos no viven en el mismo mundo que nosotros. ¿Cómo podrían hablarnos de nuestros problemas; de cómo solucionarlos? Pueden, y de hecho lo hacen continuamente, precisamente porque, ante los políticos, nos comportamos como setas. No sólo es que parezca que somos de especies diferentes, sino que estamos varios peldaños por debajo en todas las pirámides que ha ido organizando la naturaleza (en la alimenticia, en la evolutiva...) y, sin embargo, este tinglado llamado "sociedad" se mantiene en pie porque aún hay gente que se despierta a las siete de la mañana y ni siquiera se plantea hacer algo distinto durante su jornada que ir al trabajo y cuidar a su familia.
Lo diré de otro modo: Si decidimos ir por el camino al trabajo aguantando a un imbécil engreído y achacoso, a un estúpido inane y petulante, a un señoritingo hipócrita y holgazán o a un fanático codicioso y retorcido es porque queremos que nos animen el camino; y ya está. Con la misma facilidad con la que quitamos la llave del contacto, queda cerrada la caja de grillos y con ella todas esas cabezas chillonas de ceños fruncidos y todos esos señores de lenguas venenosas y mirada altiva que se creen en posesión de la verdad. Con la misma facilidad con que doblo la última esquina antes de la puerta del trabajo, el panfleto de treinta páginas que me dieron al salir de mi casa queda reducido a las cuatro útiles para entretenerme en los ratos muertos del trabajo. Y toda esa historia patética de encuestas, banderolas, cuñas publicitarias, que si este tío es un tal y el otro es un cual... que lo aguanten los morbosos y los espectadores de lucha libre. Yo estoy harto.
Mi vida no cabe en una encuesta. No puedo expresar en una papeleta toda la rabia que siento por culpa de estos desgraciados. Arrastro una piedra de indignación ante la injusticia del mundo que están construyendo y, sin embargo, por respeto a la educación que mis padres me han dado, por respeto a mis conciudadanos y a lo que estos asquerosos representan ante ellos, si tuviera a uno sólo de ellos delante, no tendría más remedio que respirar hondo y hacer un amago de sonrisa. Cada vez que los menta en una conversación, acabo pensando lo mismo: que no hacen más que seguir el espectáculo, que tampoco ellos pueden tirar del freno de esta maquinaria a punto de descarrilar. Puedo entender muchas cosas, pero no esperen que me vaya a creer sus engaños.
Y es un engaño cruel reducir todo en la vida a votar a uno o a otro: mientras este par de pollos llamados Mariano y José Luis están ahora mismo cagados de miedo ante el inminente debate del Lunes, tengo una serie de preocupaciones en la mente que se agravan cada vez que me doy un paseo por mi barrio, cada vez que hablo con gente de mi edad de su trabajo, cada vez que me paro a pensar en el mundo en que vivimos. ¿Van a hablar de estos problemas? ¿Van a solucionarlos?
La respuesta a estas preguntas las sabemos desde hace mucho tiempo. Si no queremos pronunciarla es porque nos da miedo dar el siguiente paso, pero me temo que se está acercando el momento en que no hacerlo deje de ser una omisión para convertirse en colaboración. Amigos ciudadanos: lo que no hagamos por nosotros mismos, nadie va a hacerlo por nosotros. El debate de cara al 9 de Marzo no se centra en votar o no votar, sino en que razonemos sobre qué nos está pidiendo este país a nosotros, a cada uno de nosotros. A mí me habla de injusticia, de corrupción y de abandono: un abandono que no comenzó por los políticos, sino por nosotros mismos.
No podemos exigirle a nadie que limpie nuestras calles si no tenemos limpia la escalera de nuestra casa. Creo que se entiende lo que quiero decir. Por eso creo que debemos dar un paso más allá, atrevernos a evolucionar de este estado vegetativo, de champiñón doméstico y flojucho a ciudadano con los pies en tierra, devolviendo el mundo a sus legítimos dueños.
Espero, en poco tiempo, poder ilustrar esto que digo.
Hasta entonces,
manténgase despiertos.
Lino Moinelo Says:
«Amigos ciudadanos: lo que no hagamos por nosotros mismos, nadie va a hacerlo por nosotros»
Así es Manuel, esa es prácticamente la única verdad «absoluta» (junto con la de que no moriremos de parto) en la que se puede confiar tranquilamente. Se puede fallar, puese resultar costoso, pero siempre vas hacia delante, siemrpe se aprende algo. Cualquier otra cosa es colocarte a expensas de los demás, para que hagan contigo lo que quieran. Y eso es lo que nos están haciendo. Lo que quieren.
Saludos cordiales
Posted on 23 de febrero de 2008, 23:20
Anónimo Says:
Completamente de acuerdo con vuestras opiniones, y me repugna ver a diario y más aún en campaña electoral la manipulación y engaño tan evidentes a los que no someten, y por supuesto a los que nos dejamos someter.
Me niego a ver debate alguno, ni leer noticias sobre lo que uno va a dar o a dejar de dar, he llegado al límite de mi confianza en el sistema; y desde luego que somos los ciudadanos los que tenemos que reaccionar; nos han metido con nuestra ayuda en una ratonera y en lo que a mi respecta no estoy dispuesta a seguir jugando a este juego con sus reglas.
Saludos
Posted on 24 de febrero de 2008, 1:07
manulissen Says:
Gracias por vuestros comentarios, amigos. Perdonad que no os haya podido responder antes, pero estoy hasta las cejas (pero sin acento circunflejo).
¿Cómo van las cosas? ¿Vais llevando bien la campaña?
Un abrazo.
Posted on 4 de marzo de 2008, 9:38