El resultado de las elecciones no parará la deriva política que está tomando este país. En el mejor de los casos, aplazará la crisis irreversible a la que nos dirigimos, pero no será por mucho tiempo. Tanto si gana Zapatero como si lo hace Rajoy, las circunstancias de su victoria, previsiblemente, serán tales que no podrán reunir fuerzas para responder al órdago lanzado por Ibarreche. No, por la misma razón por la que nadie apaga un fuego echándole gasolina; pues así igual el partidismo no puede limpiar el nacionalismo, porque ambas son formas de particularismo. Tampoco tendrán maniobra para garantizar la integridad de la economía, porque el "fenómeno" (sea crisis, ventisca, cambio o lo que sea) está encima de nosotros desde hace tiempo y nada parece indicar que amaine. Si un tornado se lleva por delante nuestro coche y nuestra casa, es absurdo echarle la culpa al tornado: igual deberíamos haber construido una casa más sólida si sabíamos que podía suceder. Y si efectivamente, no sólo sabíamos que iba a suceder, sino que lo estábamos viendo llegar desde hacía tiempo, no podemos pedirle cuentas a la naturaleza por nuestra irresponsabilidad. Por añadidura, el futuro presidente será uno de los cargos públicos españoles con menos capacidad de maniobra en cuanto a las bazas con que contará para hacer efectivas sus promesas electorales: se habla mucho de educación, pero nadie podrá recuperar a las generaciones perdidas, ni habrá político capaz de superar las contradicciones de su propio partido defendiendo a nivel nacional lo contrario a lo que ponen en práctica en las comunidades autónomas que gobiernan.
Si lo que viene en política territorial es una partida de mus a vida o muerte, en economía es aguantar palos hasta en el carné de identidad y en educación domesticar a una piara de 17 cerdos irresponsables y antojadizos, parece que a muy poca gente se le ha ocurrido pensar que las heridas abiertas en los últimos 8 años alguien tendrá que cerrarlas. A fuerza de aguantar golpes, los españoles nos hemos obligado a olvidar la vejación a la que nos vimos sometidos el día 11 de Marzo de 2004, a suavizar la constante ofensa que supone para la concordia y la libertad la mera existencia del terrorismo político, el escupitajo moral de saber que no hay Justicia, que tenemos un sistema de garantías tan poco independiente que la sentencia a los recursos de inconstitucionalidad del estatuto catalán parecen estar esperando al resultado de las elecciones, por no hablar de la renovación del poder judicial, que parece estar en coma inducido, y que nuestros políticos se han dedicado, por su boca y por boca de otros, a insultar a los españoles, a alterar la convivencia con sus cuitas, sus puñaladas y su demagogia, a inducir en la opinión pública un estado de confrontación y polarización que inhabilita toda forma de comunicación, hasta el punto - maldita sea su estampa - que ha cuajado la idea de que efectivamente sigue habiendo dos españas.
Ninguno de los candidatos a las próximas elecciones - reincido: ninguno - está realmente preparado para afrontar los problemas de este país desde una posición que pueda dar confianza a un elector crítico. Unos por su falta de preparación, otros por su falta de carisma, otros por su escaso bagaje democrático, otros por su codicia inmoral, otros por la debilidad de su opción política y todos en general por el subidón de demagogia y egocentrismo que les mantiene en pie, no confío en que ninguno de ellos sea capaz de sacarnos del berenjenal en el que llevan más de 20 años metiéndonos. Un lío cuya solución no está en un mensaje electoral oportuno, sino en un recorrido de hechos que demuestren una disposición sincera y una preparación suficiente para abordar los problemas que la propia clase política ha ido generando.
Y éste es el problema principal: la cosa está tan mal que las promesas consisten en arreglar los desaguisados de otros, no en mejorar el trabajo de otros. Hablamos de problemas en economía, en educación, en cohesión social y territorial como si fueran consecuencia del azar o de la radiación del universo profundo, cuando en este país lleva habiendo ministerio de educación, de economía, de trabajo y asuntos sociales y de gobernación desde hace unos cuantos lustros, cuando en este país hay leyes que llevan escritas desde antes de 1940 y el edificio legal que nos ampara va para el medio siglo. Todo ello es producto de los políticos y su afán vírico por vivir a costa del pueblo, pero también es producto de su modo depredador de comprender el mundo que lleguemos a aceptar los dobleces que estos señores hacen con la realidad cada vez que hablan.
A partir del 9 de Marzo, nuestro gozo al pozo y todos los ciudadanos a por una causa primordial: recuperar lo que es nuestro, nuestras calles, nuestro mundo, nuestra lengua, nuestro tiempo, nuestras preocupaciones, nuestra memoria, nuestros sueños, nuestros afectos singulares.... nuestro país.
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