CiuDem tenía razón (lamentablemente)

J. Cacho se asoma hoy al Confidencial para lanzar este augurio desde su eminente atalaya:

La crisis del sistema ya estaba ahí, larvada, desde hace tiempo, al menos desde la crisis de los años 92/93. Ocurre que el crecimiento de los últimos 12 años ha ido tapando todas sus miserias a golpe de crédito al consumo. Cuando la marea del dinero fácil se ha retirado, sobre el fango de la playa chapotean los cadáveres de millones de ilusiones perdidas. El sistema salido de la transición está muerto, aunque, como ocurre con el protagonista de cierta famosa película, sus beneficiarios no lo sepan o finjan ignorarlo. Es difícil, por no decir imposible, que la crisis sistémica que estamos padeciendo no tenga consecuencias políticas. Las tendrá. Hasta el propio Monarca se dice preocupado: “Hace tiempo que le vengo diciendo que hay que tener cuidado, que esto viene mal, que la situación del sistema financiero es muy apurada, particularmente las Cajas, que yo hablo con mucha gente, pero este optimista ignorante (sic) me replica que no, que ni hablar, Señor, que exageran, que no es para tanto y que no me preocupe…” (Juan Carlos I, hace escasas semanas, a un visitador nocturno del palacio de La Zarzuela).

Al hablar de consecuencias políticas no me refiero a un simple cambio de Gobierno en el actual sistema de alternancia PSOE-PP, sino a algo más. La Historia, también la nuestra, está llena de ejemplos de pueblos que se acostaron mansos y una mañana se levantaron inesperadamente bravíos. Con razón Madame de Staël escribió que “si el Rey de Francia [Luis XVI] no hubiera tenido en sus finanzas un desorden que le obligaba a solicitar la ayuda de la nación, quizás la Revolución se hubiera retrasado un siglo”. Habrá que ver lo que pasa después del próximo verano, para empezar a calibrar la profundidad del cambio que se avecina.

Como buen brujo, Cacho arropa sus palabras del misterio y la confusión suficientes como para que cada cual las entienda a su gusto, y el mío me dice que el augur ha visto en el horizonte a los bárbaros congregándose en la frontera de Germania.

Así que CiuDem tenía razón desde el principio, cuando decíamos aquello de...
Estamos convencidos de que los españoles, como muchos otros pueblos, padecen males políticos cuyas causas ignoran, pero que nosotros creemos que se deben principalmente a la mala constitución del Estado: no tenemos separación o división real de poderes y los electores no eligen a sus representantes, sino que votan únicamente listas cerradas y bloqueadas de candidatos, en su mayoría desconocidos, y elaboradas a capricho o conveniencia de los dirigentes de los aparatos burocráticos de los partidos políticos, cuyo funcionamiento no es democrático.

Ni siquiera eligen a su Gobierno, que es nombrado por el Parlamento. El sistema queda así, de hecho, en manos de los partidos, quienes se han convertido, con el actual régimen, en verdaderos usurpadores de la soberanía popular.


CiuDem no tenía ningún mérito al anticiparse y tampoco tiene ningún mérito que empecemos a coincidir con lo que dicen periodistas y medios que, al menos, de momento, parecen autónomos. Sí tendría mérito, para mí, que de esta coincidencia surjiera un movimiento favorable a la democratización radical del país, pero mucho me temo que tal cosa no sea posible. Por eso mismo, opino que esta coincidencia es un cenizo.

En un país como el nuestro, con un movimiento cívico tan limitado, se da la circunstancia de que la esfera de la sociedad civil se encuentra asfixiada por la inmensa esfera de la sociedad institucional y, en consencuencia, todos los que se mantienen dentro del pequeño espacio de autonomía que nos queda, antes o después, nos damos cuenta cuenta de lo apretados que estamos. Para algunos, ese "estar apretados" es motivo de alegría, porque la cercanía les conforta y les consuela; para otros, es motivo de angustia, de sofoco y de cabreo. En todo caso, tanto movimiento en tan poco sitio genera un ambiente caldeado y una presión inútil y debilucha, fácilmente absorbida por el tejido magro de la partitocracia. Nuestro día a día es un soñar que podemos vencer a nuestro enemigo, sin darnos cuenta de que, a lo mejor, seguimos aquí sólo porque a nuestro enemigo le interesa.

Somos como los galos irreductibles de Astérix y Obélix, racionando la poción mágica en espera del golpe de gracia de las legiones romanas. Por eso, tanta elocuencia, por más razón que nos dé, es frustrante, porque apunta, de algún modo, a que no seremos los protagonistas de los cambios que están por venir, sino, una vez más, víctimas inocentes, indefensas e impotentes de los demonios del odio y la codicia.

A la luz de las palabras del periodista, los héroes de la Galia somos un apéndice insignificante y el futuro lo escribirán unos señores que no tienen ni nuestros elevados ideales ni nuestro gusto refinado. Al lado de ellos, parecemos una tropa de aristócratas llorones. Pero no hay nada más lejos de lo que somos y de lo que queremos.
(CiuDem) trabaja con el único fin de que la soberanía resida en el pueblo y, por lo tanto, por la instauración de un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, entendiendo por pueblo a todos los ciudadanos sin distinción de clases, ideologías, creencias, lengua, cultura, raza o sexo. Confiamos en que muchos más hombres y mujeres, de todas las edades y condiciones, aparquen temporalmente sus simpatías ideológicas, como estamos haciendo nosotros, y se nos unan para trabajar, pacífica y civilizadamente, por la democracia y la libertad, es decir, en favor del bien público y común. Cuando, gota a gota, constituyamos un río de libertad, impulsaremos y apoyaremos las iniciativas populares que vayan surgiendo como imperativas.

En esta frase se encierra la esencia de CiuDem: gota a gota, sumar un río de libertad. Ojalá quede tiempo para seguir condensando ese río. Ojalá, al menos, fuéramos la charca primigenia que hiciera de recipiente de una nueva forma de vida ciudadana... Con los bárbaros a las puertas del imperio, quién sabe cuánto tiempo nos queda ni qué es lo que vendrá.

Puede que sólo sea una visión, o una pesadilla. Puede que todavía haya una oportunidad para un movimiento como el nuestro; también puede ser que CiuDem nunca hubiera sido el caballero tapado, esperando la señal del destino, sino, llanamente, el viejo visionario que sólo queda para apostillar con un "os lo dije" una triste historia de amor y desengaño.
Sea como sea, un cierto orgullo salvaje me obliga a cerrar este artículo diciendo: Si han de venir, que vengan. Ésta es nuestra tierra.


La cigarra y la hormiga, versión española

Un poco de guasa para amenizar exámenes y demás calamidades.

VERSIÓN ESPAÑOLA DE LA CIGARRA Y LA HORMIGA (versión Mayo de 2009)


La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante.

Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno.

La cigarra piensa que la hormiga es tonta , y se pasa el verano haciendo turismo, bailando y de juerga.

Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene todo lo que le hace falta hasta la primavera.

Un día, tiritando a la salida de un bar de copas, la cigarra organiza con la Sexta una rueda de prensa en la que se pregunta ¿ por qué la hormiga tiene derecho a vivienda y comida cuando quiere, cuando ella, tienen frío y hambre ?.

La Cuatro , las cadenas de TV estatales y la cadena SER, , organizan un programa en vivo , en el que la cigarra sale pasando frío y calamidades , y a la vez muestran extractos del video de la hormiga calentita en su casa y con comida en la mesa .

Los españoles se sorprenden de que en un país tan moderno como el suyo , dejen sufrir a la pobre cigarra , mientras que hay otros viven holgadamente Las asociaciones contra la pobreza se manifiestan delante de la casa de la hormiga. TV1 transmite en directo la protesta

Los periodistas de El País y El Periódico , escriben una serie de artículos , en los que cuestionan cómo la hormiga se ha enriquecido a espaldas de la cigarra , e instan al Gobierno de Zapatero a que en solidaridad , le aumente los impuestos de la hormiga.
María Teresa Fernández de la Vega , muy implicada con los animales, hace una rueda de prensa desde su casa , en el mismo Zoo de la Casa de Campo.
Respondiendo a las encuestas de opinión, el Gobierno de Zapatero elabora una ley sobre la igualdad económica, en la que califica a la hormiga como una rémora del franquismo, y promueve en el Congreso, una ley anti discriminación, con carácter retroactivo contra las hormigas.

Ian Gibson publica su libro : " Las hormigas y el franquismo", que el Gobierno incluye en la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Los impuestos de la hormiga han sido aumentados , y además le llega una multa porque no contrató a la cigarra como ayudante en verano, y eso además se tipifica como que " produjo a la cigarra un maltrato psicológico".

Garzón embarga la casa de la hormiga, ya que ésta no tiene suficiente dinero para pagar la multa y los impuestos.

La hormiga se va de España .

El Tomate hace un reportaje donde sale la cigarra con sobrepeso, porque ya se ha comido casi todo lo que había en la casa de la hormiga , mucho antes de que llegue la época.......

La antigua casa de la hormiga se ha convertido ahora en un albergue social para cigarras , pero la casa se deteriora rápidamente , porque nadie hace nada para mantenerla en buen estado.

Al Gobierno se le reprocha no poner los medios necesarios , por lo que Rubalcaba y Garzón, ponen en marcha una comisión de investigación que costará 10 millones de Euros .

Entretanto la cigarra muere de una sobredosis de Cocaína.

La Cope y Telemadrid comentan el fracaso del Gobierno para intentar corregir el problema de las desigualdades sociales.

La cadena SER, EL PAIS, Iñaki Gabilondo y la tribu catalana del PSOE,(carles francino, angels barcelo y gemma nierga) , dicen que la culpa de todo es de Aznar, Irak, Franco y la Falange .
La antigua casa de la hormiga , ha sido ya ocupada por una banda de arañas marroquíes inmigrantes , y el Gobierno de Zapatero se felicita en la TV , por la " pluralidad cultural de
España, ejemplo del éxito de la Alianza de Civilizaciones ".

Y colorín colorado ,
otra vez nos la han colado.
PD: Creo que es la tercera versión de la fábula que he visto dando vueltas por Internet. Por supuesto, la historia se va haciendo más rocambolesca conforme la Crisis va calcinando más la moral de la gente. Sólo espero que la frustración no nos haga vernos como hormigas en un país de cigarras.

Sean felices.

Los pecados capitales del ciudadano

Hace ocho años que buceo en diferentes ambientes políticos de la red y la sensación de cabreo general que noto a mi alrededor no la había visto jamás. Es cierto que uno se explaya en la Red y que se permite decir cosas que no diría normalmente en una conversación personal, pero tengo el convencimiento de que no es el producto de la mala leche remansada, de viejas rencillas ni heridas mal curadas que se hayan acumulado a lo largo de estos años. Tampoco creo que sea debido al hundimiento económico del país: he observado que la gente con problemas tiene tendencia a afinar el ingenio y apretar los dientes; en definitiva, a dar valor a los pocos minutos en que puede aparcar su angustia para chapotear un rato.

Se me ha ocurrido pensar una tontería que necesito espantar de mi cabeza: A lo mejor es que estamos empezando a tomarnos en serio la política.

No. No puede ser. A estas alturas, no creo que muchos internautas españoles se lleven a engaño pensando que Internet es la solución a los problemas políticos del país. Todo lo contrario, creo que, haciendo gala de nuestras buenas costumbres, lo hemos convertido en un mentidero de categoría. A lo largo de la gran rambla digital, hemos ido montando nuestros corrillos y cenáculos. Aquí campamos, por igual, los vendedores ambulantes con sus huesos de santo, los funámbulos con sus espectáculos, los borrachos con su zigzagueante sombra, los de mala baba y los de buen corazón, mezclados y confundidos, los inocentes, los bocazas, los mentecatos, los ignorantes, los listos y los enterados... una gran sociedad de prohombres, al fin, que llevamos a cuestas nuestros pecados domésticos por esta alameda virtual. Sin embargo, no encontraremos a muchos dispuestos a solucionar esos problemas que levantan tantas ampollas y que generan tantos megabytes de discusiones peregrinas.

Todo esto viene a cuento de un artículo que leí el otro día en Ciudadanos en la Red y que decía lo siguiente:
Ante la penuria que vivimos y las extravagancias que nos obsequian nuestros representantes públicos, sólo queda una alternativa: definirse.

La cosa no podía empezar mejor, así que me lancé a devorar el resto del artículo... para llevarme una pequeña decepción, que comienza con un cabreo palpitante:
Si los políticos han convertido la política en una mezquindad es su problema, el nuestro, el de los ciudadanos, es que su estupidez no arruine nuestra existencia. Para eso los españoles tenemos que ponernos de acuerdo en varias cosas, la primera en lo que somos, la segunda en lo que queremos, la tercera en como lo conseguimos.

Estoy de acuerdo con que la acción de los políticos ha pasado hace tiempo el grado de la estulticia y, en muchos sentidos, ha entrado en el de la perversión y el cinismo, pero no perdamos de vista el hecho de que los políticos no son una raza de alienígenas que nos subyuga, sino gente nacida en nuestros pueblos, que se gana la vida en la profesión más sucia y artera que la humanidad ha concebido. Pedirle a un político que no sea un canalla, en un país como España, es como pedirle a los Curie que se cuiden la salud: ambos manejan mierda muy peligrosa y es inevitable que acaben envenenándose por su culpa. Claro es que nadie le deseó ningún mal a la entrañable pareja de científicos y que, a pesar de las buenas intenciones, a veces no se puede reprimir el deseo de que éste o aquél se muerda la lengua, tropiece con una arruga de la moqueta, se dé un golpe en la frente al subirse al Audi o le sobrevenga una descomposición intestinal en mitad de una reverencia, pero la cosa no llega a mayores, porque, al fin y al cabo, todo esto es "por la guasa".

El interés deja paso al desconcierto al tiempo que la gracia se torna gravedad, porque, queriendo parecer serias, lo que transmiten las siguientes líneas, para mí, es ansiedad.
En cuanto a lo que somos, el factor común nos viene dado gracias a nuestra historia, y se actualiza en nuestra Constitución: somos españoles, a secas. Y sólo por eso tenemos libertad, igualdad, derechos, obligaciones, y la voluntad de aceptar exclusivamente un marco de juego democrático y justo. Todo lo demás es engaño.

La segunda está bien clara, que se vayan los políticos a la mierda, porque además de nefastos para nuestro presente, son un peligro indefinido para nuestro futuro.

En primer lugar, no me parece que se pueda resumir la condición de los españoles en una frase, ni tampoco puedo estar de acuerdo en que la raíz de mi libertad ni mi igualdad esté en mi condición de tal. Por otra parte, que me someta a derechos y acepte obligaciones que enraizan en una ley refrendada (o no; nunca lo supe) por mis abuelos y que haya heredado un supuesto sentimiento de identidad imbricado en una historia que conozco (y mal) a retales, no me parece ni necesario ni suficiente para que tenga que soportar todo lo que está pasando en este país. Pero pienso más: ¿de verdad nace mi deseo de justicia y mi afán democrático de "ser español a secas"? ¿No podría darse el caso de que, siendo "español a secas", prefiriera una oligarquía corporativa o una dictadura paternalista? ¿No podría darse el caso de que siendo "un morito cualquiera" no tuviera más ganas de democracia y sed de justicia que uno nacido en Alcorcón? Todo esto es polémico y problemático de responder. Al mismísimo Platón le costó un libro entero responder a la pregunta "¿qué es la justicia?", así que esto es correr demasiado. Correr demasiado para acabar estampado, además, porque, si los políticos son un peligro indefinido para el futuro, ¿qué ponemos en su lugar? ¿Autómatas? ¿Tecnócratas?

Todo lo anterior, sin embargo, es el equivamente a un inoportuno hueso de aceituna rompiendo el solaz de una tertulia de mediodía. Habría pasado el enfado y las prisas por alto, si no fuera porque, a raíz de lo siguiente, creo haberme dado cuenta del origen de esta dinámica:
Y la tercera se debe organizar, pero para comenzar vamos a ponernos en marcha, que el movimiento se demuestra andando, si lo único que nos queda de la democracia es el derecho al voto, utilicémoslo con inteligencia. No para cambiar las cosas, sino para cambiar el sistema, es decir, la realidad en que vivimos.

Es bonita la vocación de alcalde, pregonero, pancartista y bombero-torero, aunque reconozco que es una titulación difícil. Yo no tengo nada en contra de los que se meten por esas veredas, pero me da pena verlos caer uno tras otro en las mismas piedras.

Tiene sentido, desde un punto de vista escrictamente perezoso-mesiánico-economicista, pensar que hay una relación efectiva entre el "orgullo herido de español" y la obligación de organizarse para usar el voto con inteligencia, pero no se justifica en los hechos (indiscutibles, por otra parte), de que todo español de bien está jarto de los políticos y quiere un sistema político más justo. Más bien, nace de la "consigna" de que el derecho al voto es el "último bastión" y el "don más preciado". En ese punto, curiosamente, confluyen los intereses del político y del aprendiz de alcalde, pregonero, pancartista y bombero-torero, pues ambos experimentan con el voto la misma atracción lujuriosa que Don Juan Tenorio con los de su Doña Inés. Esa codicia por disponer del voto ajeno, tan propia de la partitocracia, es sólo comparable en intensidad con la indiferencia y el vacío al que deja paso el echo electoral: si no merecías un gobierno mentiroso, se lo cuentas a quien le interese, majete.

El voto, efectivamente, es un potencial de acción muy poderoso en manos del ciudadano. De hecho, articulado y procesado a través del complejo mecanismo electoral, es el origen de legitimidad de todo el sistema representativo, pero no es menos poderoso que cualquier otra primitiva inherente al ciudadano. En democracia, el sufragio no vale más que cualquier capacidad que emane de la irrebatable soberanía, que se puede canalizar en forma de dedicación, sacrificio, madurez, compromiso o civismo. Reconocer que sólo nos queda el voto es como decir que todo lo anterior está perdido o que no tiene valor.

Llegados a este punto, debemos preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí. La línea argumental de mi colega se resume en proponer un acuerdo sobre lo que somos los españoles, lo que queremos y cómo lo hacemos. Esencialmente, plantea que debemos mandar a la mierda a los políticos y para eso debemos organizarnos para votar porque es lo único que podemos hacer. Todo ello parece contradictorio porque, primero, toda opción electoral, instrumentalizada, beneficia a un político o un aspirante a tal y, segundo, nos metemos en un pantano si pensamos en cómo vamos a organizarnos, si damos por hecho que sólo nos queda la opción de votar. Eso de que "el camino se demuestra andando" es una perogrullada detrás de la que puede esconderse tanto una banalidad como una intención aviesa; casi mejor la ignoramos.

Dicho sea sin la menor acritud y con todo el cariño del mundo, veo en este ejercicio una manifestación de los "pecados capitales" que estamos cometiendo los ciudadanos y que son, en mi opinión, la raíz venenosa de tanta frustración y virulencia, en las ondas y en las calles.

Hay una componente política en la crisis que estamos viviendo y, por política, tiene por actores a la clase dirigente y a la clase dirigida. Es natural que la clase dirigida cargue sus tintas contra quien debiera dirigirla hacia buen puerto, pero es inútil mientras esa misma clase se comporte como un niño de teta respecto a sus libertades y deberes. Caer en la desgana, la instrumentalización, el ansia, la codicia, la soberbia y el enojo es el mejor método para perder el tiempo y hacérselo perder a los demás. Es el camino seguro a ninguna parte que siempre es el ejercicio del cotilleo y la palabrería en este solar patrio. Si estamos dispuestos a echar un ratillo en hacer el bien y traer la justicia a este perro país, tomémosnos en serio a nosotros mismos y lo que estamos haciendo.

Votar o no votar es una cuestión crucial en estos momentos, pero no es LA cuestión. Al menos para mí.
Desde mi punto de vista, todos los derechos y deberes de los españoles nacen y mueren cada día y somos nosotros quienes debemos darles vida. Nadie va a venir a resolver nuestros problemas, ni a tenernos en cuenta, mientras nos conduzcamos sin espíritu ciudadano.

L
uchemos cada día por ser más coherentes, no por ser más poderosos.

Alégrate el fin de semana