Por 10 razones:
- Porque, mientras el método científico es la base de nuestra civilización y gana día a día un reconocimiento exponencial como herramienta para abordar problemas complejos y comprender nuestro mundo, los sistemas de decisión política siguen siendo manejados por personajes más acostumbrados a la demagogia que al razonamiento inductivo. Además, como efecto de la saturación mediática, la realidad ha dejado de ser el mundo observado por el ojo para pasar a ser el mundo narrado por la voz, ya sea político, comunicador, sociólogo o revolucionario.
- Porque, después del siglo XX, los órganos de los partidos siguen diseñando sus ejes programáticos a partir de ideologías, cuando los hechos han demostrado que la aplicación de criterios políticos arbitrarios (de una validez no demostrada, sino meramente asumida por un colectivo) encaminados a encumbrar a una determinada facción es ineficaz en el uso de los recursos del Estado (desde el punto de vista del contribuyente) e incapaz de solucionar los problemas de la sociedad (desde el punto de vista del que los padece). Todo lo contrario, lo que se ha observado es que la ideología se dedica a explotar los recursos del estado para fabricar nuevos organismos o imponer métodos intrínsecamente ligados a ella misma; es decir: aunque apliquen técnicas de las ciencias políticas, sociales o económicas, lo hacen desde las coordenadas de la ideología y en cada una de sus acciones reflejan esa esencia, transpirando sus limitaciones, prejuicios y fines, favoreciendo la endogamia intelectual del sistema.
- Porque una ideología es un proyecto político transmitido generacionalmente en la forma de una tradición de símbolos, costumbres y, sobre todo, prejuicios políticos, socio - económicos, históricos, étnicos... Vive procesos de refinamiento y refundación, apogeo y declive, que se producen porque las ideologías están entretejidas con la personalidad de sus portavoces y porque un mecanismo evolutivo elemental las obliga a competir entre sí por su supervivencia y su supremacía. Ésta es la esencia del liderazgo de partido: es el vehículo capaz de polarizar a la masa para que una visión concreta de la ideología ponga en marcha a todos los simpatizantes y conquiste más rápidamente todo el terreno frente a las demás.
- Porque una ideología es una construcción social simple y frágil: ocupa un peldaño muy inferior en la escala del pensamiento humano, no es capaz de responder una pregunta racional, de mantener una coherencia con sus propios planteamientos y de aceptar una propuesta ajena sin pedir algo a cambio. Sin embargo, en su simpleza está el origen de su flexibilidad y en su fragilidad el origen de un rencor innato a cualquier forma de inteligencia, sensibilidad y bondad. Esta capacidad, adecuadamente utilizada, cataliza los sentimientos más viscerales de las personas más receptivas a su mensaje y desmonta sus defensas mentales, convirtiéndolas en adeptos. Gracias a la acción global de su masa, las ideologías aspiran a dominar todas estructuras sociales, porque no hay ninguna ideología cuya utopía no consista en un mundo donde todos piensen y actúen de acuerdo con sus principios.
- Porque la ideología tiene un mensaje dirigido al "tú", aunque forme parte de su estrategia enajenarlo en el "nosotros", y para ello apela al "ellos" como elemento de confrontación y proselitismo. Y allí, entre el "nosotros" y el "ellos", es a donde apunta la veleta ideológica: es un "yo" omnipresente que habla a un "vosotros", una voz que sustituye a la conciencia y habla desde arriba.
- Porque la existencia de las ideologías es algo innato a los seres humanos - al menos, mientras sigamos siendo seres sociables y no nos desprendamos colectivamente de nuestros prejuicios y pensamientos automáticos -, pero la capacidad crítica de cada nueva generación hacia las ideologías es cada vez menor - ya que todos los poderes del estado, más la educación infantil y los medios de comunicación, están en manos de ideólogos -, luego corremos el riesgo de pensar que toda la actividad humana está sujeta a la ideología, cuando es al revés.
- Porque una cosa es que las ideologías sean inevitables y otra cosa es que sean ideales y una cosa es que tengan un poder auto - otorgado para monopolizar la actividad política y otra cosa es que ésa sea la única alternativa. La mente humana es capaz de abstraerse de esta realidad partidista e imaginar un programa apoyado en principios de solidez demostrada que sean argumentados, debatidos y aprobados mayoritariamente y no meramente propuestos por un gabinete ejecutivo. La mente humana es capaz de cuestionar la actividad cotidiana del poder político e imaginar un colectivo cuyo objetivo - aún siendo político - no sea competir por el poder ni por el monopolio del liderazgo. No son ideas para evadirnos de la realidad, sino ideas para volver a ella.
- Porque la ideología ha fracasado en su ambición de acaparar el mundo, porque todos los argumentos con los que ha justificado su expolio se han ido debilitando hasta quedar en ridículo. La ideología no sirve para nada más que para sus propios intereses. Una ideología sólo produce más ideología. Cualquier interpretación de la realidad hecha desde la óptica ideológica será siempre más cerrada, traslúcida y arrogante que una hecha desde un esfuerzo de objetividad, es decir, no aporta absolutamente nada que no pueda darse desde fuera. Tampoco una acción sobre la realidad hecha al calor de una ideología es mejor que una hecha desde un análisis racional o al menos razonable. La ideología no apoya la formación del espíritu humano maduro, libre y fraterno; la ideología no apoya el progreso social, porque el progreso social es el ansia de plenitud en la madurez, la libertad y la fraternidad de todos los hombres por igual. Al contrario, promueven el progreso ideológico, cuya única ansia es colmar las aspiraciones del líder y para ello no duda en controlar los mecanismos sociales para asignar los recursos de la forma que, según su criterio, ayude a su éxito.
- Porque la ideología muestra su verdadero rostro cada vez que sucede una tragedia colectiva y cada vez que una sucesión de fallos del sistema desemboca en un fallo catastrófico. Es ahí donde se hace patente la debilidad del huésped social y la soledad con que debe asimilar su dolor y es en esas situaciones donde se manifiestan los problemas a los que estos depredadores del pensamiento conducen a una sociedad sana, porque es en este momento de debilidad cuando operan con mayor facilidad y coordinación los mecanismos de visceralidad, demagogia, populismo y rencor. Cada nuevo problema, con sus explicación convenientemente aplazada, se convierte en un acelerante en esta huida hacia ninguna parte de las ideologías, contribuye al malestar social y aumenta el poder ideológico, de donde cabe pensar que ambas cosas - malestar y poder - están relacionadas.
- Porque todo lo anterior demuestra que las ideologías son virus. Uno podrá sentirse cómodo con su asma progresista y sabe que lo único que necesita es un chute de ventolin para seguir con el buen rollo, o quizás tenga alergia a las ideas de Gramsci y sabrá por dónde no debe pasearse para evitar los picores, pero eso no significa que a todos los demás nos guste, ni tengamos que ir por la calle soportando los pitidos de uno y los gruñidos del otro y además reirles la gracia.
¿Alguien conoce la dirección de un buen doctor?
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Butzer Says:
Mientras que los partidos estén manejados por un puñado de personas, estos seguirán las pautas de las ideologías.
Es sencillo, toda persona es subjetiva y por tanto, tiene una ideología que la limita y muchas veces se ve "cegada" en sus decisiones.
Aunque, aclaremos, en el siglo XXI las ideologías puras y duras no existen. Todo ya son más o menos modulaciones o matices.
De la necesidad o lo prescindible de las ideologías, ya has hablado.
En mi opinión, uno no puede prescindir tan a la ligera.
Un saludo.
Posted on 1 de abril de 2008, 20:41