Necesitamos una vacuna contra las ideologías

Por 10 razones:

  1. Porque, mientras el método científico es la base de nuestra civilización y gana día a día un reconocimiento exponencial como herramienta para abordar problemas complejos y comprender nuestro mundo, los sistemas de decisión política siguen siendo manejados por personajes más acostumbrados a la demagogia que al razonamiento inductivo. Además, como efecto de la saturación mediática, la realidad ha dejado de ser el mundo observado por el ojo para pasar a ser el mundo narrado por la voz, ya sea político, comunicador, sociólogo o revolucionario.
  2. Porque, después del siglo XX, los órganos de los partidos siguen diseñando sus ejes programáticos a partir de ideologías, cuando los hechos han demostrado que la aplicación de criterios políticos arbitrarios (de una validez no demostrada, sino meramente asumida por un colectivo) encaminados a encumbrar a una determinada facción es ineficaz en el uso de los recursos del Estado (desde el punto de vista del contribuyente) e incapaz de solucionar los problemas de la sociedad (desde el punto de vista del que los padece). Todo lo contrario, lo que se ha observado es que la ideología se dedica a explotar los recursos del estado para fabricar nuevos organismos o imponer métodos intrínsecamente ligados a ella misma; es decir: aunque apliquen técnicas de las ciencias políticas, sociales o económicas, lo hacen desde las coordenadas de la ideología y en cada una de sus acciones reflejan esa esencia, transpirando sus limitaciones, prejuicios y fines, favoreciendo la endogamia intelectual del sistema.
  3. Porque una ideología es un proyecto político transmitido generacionalmente en la forma de una tradición de símbolos, costumbres y, sobre todo, prejuicios políticos, socio - económicos, históricos, étnicos... Vive procesos de refinamiento y refundación, apogeo y declive, que se producen porque las ideologías están entretejidas con la personalidad de sus portavoces y porque un mecanismo evolutivo elemental las obliga a competir entre sí por su supervivencia y su supremacía. Ésta es la esencia del liderazgo de partido: es el vehículo capaz de polarizar a la masa para que una visión concreta de la ideología ponga en marcha a todos los simpatizantes y conquiste más rápidamente todo el terreno frente a las demás.
  4. Porque una ideología es una construcción social simple y frágil: ocupa un peldaño muy inferior en la escala del pensamiento humano, no es capaz de responder una pregunta racional, de mantener una coherencia con sus propios planteamientos y de aceptar una propuesta ajena sin pedir algo a cambio. Sin embargo, en su simpleza está el origen de su flexibilidad y en su fragilidad el origen de un rencor innato a cualquier forma de inteligencia, sensibilidad y bondad. Esta capacidad, adecuadamente utilizada, cataliza los sentimientos más viscerales de las personas más receptivas a su mensaje y desmonta sus defensas mentales, convirtiéndolas en adeptos. Gracias a la acción global de su masa, las ideologías aspiran a dominar todas estructuras sociales, porque no hay ninguna ideología cuya utopía no consista en un mundo donde todos piensen y actúen de acuerdo con sus principios.
  5. Porque la ideología tiene un mensaje dirigido al "tú", aunque forme parte de su estrategia enajenarlo en el "nosotros", y para ello apela al "ellos" como elemento de confrontación y proselitismo. Y allí, entre el "nosotros" y el "ellos", es a donde apunta la veleta ideológica: es un "yo" omnipresente que habla a un "vosotros", una voz que sustituye a la conciencia y habla desde arriba.
  6. Porque la existencia de las ideologías es algo innato a los seres humanos - al menos, mientras sigamos siendo seres sociables y no nos desprendamos colectivamente de nuestros prejuicios y pensamientos automáticos -, pero la capacidad crítica de cada nueva generación hacia las ideologías es cada vez menor - ya que todos los poderes del estado, más la educación infantil y los medios de comunicación, están en manos de ideólogos -, luego corremos el riesgo de pensar que toda la actividad humana está sujeta a la ideología, cuando es al revés.
  7. Porque una cosa es que las ideologías sean inevitables y otra cosa es que sean ideales y una cosa es que tengan un poder auto - otorgado para monopolizar la actividad política y otra cosa es que ésa sea la única alternativa. La mente humana es capaz de abstraerse de esta realidad partidista e imaginar un programa apoyado en principios de solidez demostrada que sean argumentados, debatidos y aprobados mayoritariamente y no meramente propuestos por un gabinete ejecutivo. La mente humana es capaz de cuestionar la actividad cotidiana del poder político e imaginar un colectivo cuyo objetivo - aún siendo político - no sea competir por el poder ni por el monopolio del liderazgo. No son ideas para evadirnos de la realidad, sino ideas para volver a ella.
  8. Porque la ideología ha fracasado en su ambición de acaparar el mundo, porque todos los argumentos con los que ha justificado su expolio se han ido debilitando hasta quedar en ridículo. La ideología no sirve para nada más que para sus propios intereses. Una ideología sólo produce más ideología. Cualquier interpretación de la realidad hecha desde la óptica ideológica será siempre más cerrada, traslúcida y arrogante que una hecha desde un esfuerzo de objetividad, es decir, no aporta absolutamente nada que no pueda darse desde fuera. Tampoco una acción sobre la realidad hecha al calor de una ideología es mejor que una hecha desde un análisis racional o al menos razonable. La ideología no apoya la formación del espíritu humano maduro, libre y fraterno; la ideología no apoya el progreso social, porque el progreso social es el ansia de plenitud en la madurez, la libertad y la fraternidad de todos los hombres por igual. Al contrario, promueven el progreso ideológico, cuya única ansia es colmar las aspiraciones del líder y para ello no duda en controlar los mecanismos sociales para asignar los recursos de la forma que, según su criterio, ayude a su éxito.
  9. Porque la ideología muestra su verdadero rostro cada vez que sucede una tragedia colectiva y cada vez que una sucesión de fallos del sistema desemboca en un fallo catastrófico. Es ahí donde se hace patente la debilidad del huésped social y la soledad con que debe asimilar su dolor y es en esas situaciones donde se manifiestan los problemas a los que estos depredadores del pensamiento conducen a una sociedad sana, porque es en este momento de debilidad cuando operan con mayor facilidad y coordinación los mecanismos de visceralidad, demagogia, populismo y rencor. Cada nuevo problema, con sus explicación convenientemente aplazada, se convierte en un acelerante en esta huida hacia ninguna parte de las ideologías, contribuye al malestar social y aumenta el poder ideológico, de donde cabe pensar que ambas cosas - malestar y poder - están relacionadas.
  10. Porque todo lo anterior demuestra que las ideologías son virus. Uno podrá sentirse cómodo con su asma progresista y sabe que lo único que necesita es un chute de ventolin para seguir con el buen rollo, o quizás tenga alergia a las ideas de Gramsci y sabrá por dónde no debe pasearse para evitar los picores, pero eso no significa que a todos los demás nos guste, ni tengamos que ir por la calle soportando los pitidos de uno y los gruñidos del otro y además reirles la gracia.
En conclusión: Vivimos en un país de enfermos crónicos de partidismo y necesitamos una vacuna urgente.

¿Alguien conoce la dirección de un buen doctor?

Una idea sobre nuestro sistema político - I

El debate sobre la reforma de la ley electoral está ya sobre la mesa y parece que ha venido para quedarse. No sabemos si las altas esferas de la política harán oídos a esta voz creciente, pero lo cierto es que las pequeñas iniciativas de grupos ciudadanos se están sucediendo y multiplicando, llamando la atención de los partidos más sensibles al sentir popular que, incluso, están recogiendo y animando esta idea en sus programas.

Este artículo es mi aportación personal al interesante debate mantenido por algunos compañeros a raíz de la discusión que comenzó en el blog democracia - constitucional, en el que se trataba, principalmente, del sistema electoral y de la relación entre los poderes y los ciudadanos. Con él quiero dar mi propuesta particular y que sirva al mismo tiempo de valoración de las demás propuestas existentes.

Desde mi punto de vista, el debate sobre la ley electoral enmascara un debate mucho más profundo sobre el entramado del poder político al completo. La crítica ciudadana al sistema electoral es, en realidad, una crítica a lo que los partidos han hecho con la ley electoral y lo que la propia ley ha hecho con los partidos, ya que unos se han aprovechado de sus recovecos para ganar poder, pero, al mismo tiempo, la ley electoral ha ido deformando a los partidos y convirtiéndolos en gárgolas del poder. Por lo tanto, hablar del sistema electoral como un ente aislado cuya sustitución o reforma fuera suficiente como para arreglar los problemas de este país es una falacia o una estrategia de marketing político que poco tiene que ver con las preocupaciones ciudadanas.

El problema de fondo es el sistema político para el cual existen esas elecciones. Como bien apunta mi compañero Luis Alonso Quijano, no se trata sólo de reformar el sistema electoral, sino, sobre todo, de reorganizar los poderes del estado sometidos a dicho régimen.

Para poder entrar en el debate, necesitamos partir de la actual disposición de poderes. Gráficamente, podemos valernos del siguiente diagrama - muy artesanal y subjetivo, aunque espero que aclarador - donde se representan todos los actores en escena:

Los tres poderes del estado aparecen en tonos azules: son el poder de hacer la ley (legislativo), el poder de interpretarla (judicial) y el poder de hacerla cumplir (ejecutivo). En una democracia al uso, estos poderes están aislados - lo que quiere decir que uno no interfiere en los procesos del otro - y separados - lo que implica que la composición de uno no afecta a la composición del otro. El Legislativo parece el armazón y el "cerebro" del cuerpo político, el Ejecutivo se asemeja a las vísceras y tejidos y el Judicial al sistema inmunológico. De acuerdo con la Ley, el impulso del Ejecutivo garantiza la gobernación del país y el impulso del Judicial el imperio de la justicia. Y así como en un cuerpo sano, el corazón riega los pulmones y allí se fija el oxígeno que nutre al resto del sistema, la opinión pública es el oxígeno que a través de los partidos políticos y la "participación" refresca el sistema. Finalmente, la "máquina política" recibe los demás "nutrientes" que necesita gracias a los procesos electorales, que, como si fueran la ingestión de este Leviatán, le dan los recursos del poder en la cantidad y proporción que la masa social escoge.

La discusión sobre cómo organizar y poner en relación a estos actores no es ninguna frivolidad ni un ejercicio de especulación. El objeto final de esta reflexión en torno al poder y su dinámica social es garantizar el imperio de la Justicia. Por lo tanto, las siguientes circunstancias, que podemos encontrar en el sistema político que aceptamos y toleramos los españoles todos los días desde hace más de 30 años, no son una china en el zapato, sino una losa de injusticia que ha ido desviando nuestra columna vertebral hasta convertirnos en el cuerpo achacoso y torpe que somos. En cualquier caso: Frente a la "teoría", ¿qué tenemos los españoles por costumbre?

  1. Las elecciones son un puro trámite puenteado por los partidos. Es más: los partidos acuden a las elecciones con dos de los tres componentes de su "dieta de poder" asegurados: dinero para financiar las campañas y masas adeptas. Las elecciones consisten en la resolución de la única incertidumbre posible: la del destino del voto de esa masa de indecisos que mantiene en movimiento pendular del sistema, dándole una aparente sensación de "vaivén" que llamamos "alternancia". Aún pesando la duda de la representatividad de las opciones políticas en liza, el propio pueblo renueva en cada elección la legitimidad del sistema cada vez que aplica el "mal menor", usa el voto "de castigo", el voto "útil" o el voto "contra".
  2. El proceso de elecciones está doblemente controlado por los partidos, ya que por un lado la ley convierte a los partidos en los amos del país, pero por el otro la ley ha deformado la estructura y la vida interna de los partidos hasta convertirlos en adictos al poder. Es recurrente la denuncia de las listas cerradas y bloqueadas y de las múltiples carencias del sistema electoral, pero además existe la disciplina del partido, antes, durante y después de las elecciones. Esta disciplina es la base del partidismo que a su vez apuntala este sistema, que sólo cabría definir como partitocracia.
  3. Las formaciones del poder ejecutivo y del legislativo están fundidas en un único proceso electoral que llamamos "elecciones generales". Sólo con esto, cabría discutir la separación entre ambos poderes, pero si tenemos en cuenta además que uno no vota a su Presidente, sino que éste es investido por el Parlamento, entonces podríamos preguntarnos dónde está el poder ejecutivo en España que haga cumplir la ley en nombre de quienes no le han elegido.
  4. Durante los cuatro años de legislatura, se superpone y a veces se repite la revisión del Ejecutivo y el proceso legislativo en dos Cámaras. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Es un caso de intrusismo, o un vacío que permite una inútil - y costosa - ambigüedad?
  5. Es verdaderamente grave que esta duplicidad - un tercio molesta, un tercio inútil, un tercio peligrosa - se repita en la cúpula del poder judicial, pero es aún más grave que estas cúpulas se formen también de acuerdo al mandato del Parlamento y del Ejecutivo. Aquí es donde Montesquieu se retuerce de pena.
  6. Tenemos entonces un Parlamento formado a espaldas de los ciudadanos, que tiene el deber de redactar la Ley, con el condicionante de la disciplina de voto y la dificultad añadida de que toda la Ley debe pasar después el tamiz del poder autonómico. A la vista de esta "arquitectura del poder", podemos preguntarnos: ¿rige la misma Ley sobre todos? ¿Somos todos iguales ante la Ley?
  7. Hemos visto a lo largo de la legislatura cómo la acción de la Justicia era criticada por parcial e interesada en algunas ocasiones y según qué casos. También la Justicia se ha visto entorpecida por disputas internas (entre Fiscalía del Estado y Consejo General, entre Tribunal Superior y Constitucional, entre el Ministro de Justicia y el cuerpo de funcionarios...) y a esto debemos sumarle los problemas de la ley heredada, la saturación de los juzgados, la debilidad de los cuerpos de seguridad y los mecanismos lentos y torpes de revisión de la legislación. ¿Hay Justicia?
  8. La acción del Ejecutivo se ha reducido a un espacio tan pequeño de funciones que el arte de gobernar se ha vuelto prácticamente especulativo. Así, gran parte de la acción de gobierno ha consistido en especular sobre estrategias e ideas políticas, mientras que la agenda de trabajo la fijan los acuerdos y protocolos y el margen de maniobra está supeditado a la evolución de los grandes números, la geopolítica y la negociación con los líderes regionales. ¿Qué se gobierna?
  9. El tándem medios de comunicación - partidos forman una nube tóxica que tizna la realidad política e impide verla al natural. Toda la actualidad pasa por los medios y los medios compiten en el mercado no sólo por afán de lucro económico sino también de influencia. Los acontecimientos propios de la gobernación y la justicia son a veces analizados y a menudo juzgados de acuerdo con puntos de vista que no son objetivos ni claros, pues, aunque fueran parciales, niegan la posibilidad de un contraste, obligan a una adhesión y se otorgan el don de la verdad (más que la veracidad). La prensa ha dejado de fiscalizar el ejercicio de poder político para utilizarlo como materia bruta, hábilmente refinada utilizando una compleja industria de consignas partidistas, intereses corporativos, visiones sesgadas y un lenguaje maniqueo. Esta deriva es sencillamente imparable, porque "el show debe continuar", a riesgo de que la ilusión del poder se desvanezca.
  10. Finalmente, el ciclo del poder se cierra con el mantenimiento por la propaganda. Los medios de comunicación se convierten no sólo en portavoces, sino también en compinches de los partidos en su pugna por el poder, no dudando, cuando es necesario, en emplear la censura pasiva, justificada con argumentos mercantiles o "llamadas de altas instancias". La Constitución española atribuye a los partidos la función de "concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular" y los partidos políticos se han ido adaptando para ejecutar sus propios planes de formación de la voluntad popular. El uso de la demagogia, la propaganda y la demoscopia como alambiques que los ideólogos utilizan para llevar a cabo sus experimentos de transformación social, necesitan que los ciudadanos seamos masa dúctil y obediente. Nada mejor para ello que una buena dieta a base de "pan y circo".

Estas circunstancias son el origen de esos "factores de desgaste" de nuestro sistema político y son la causa de la situación actual de disgusto y discordia entre los propios ciudadanos. Analicemos de nuevo el gráfico anterior, desde el punto de vista de lo que los ciudadanos podemos hacer para afrontarlo:
He distinguido cuatro categorías de problemas a partir de la situación anteriormente descrita (observar los matices del gráfico: dónde están colocados los actores, cómo se relacionan los procesos del estado, por debajo de quién pasa la información hasta llegar a la sociedad...) en función de la capacidad de los ciudadanos para abordar el origen de sus problemas:
  • Factores "que cabrean":
    • Medios proselitistas: se ha hablado mucho de la deriva amarillista de los medios de comunicación tradicionales, de la guerra entre medios y del auge de una nueva forma de periodismo y de comunicación social dentro de la red. En esta cuestión, cada uno puede tener su propia opinión sobre medios concretos, pero al margen de esta polémica mercantil, a mí, como ciudadano de a pie, lo que me cabrea es la muerte del debate libre de proselitismo: Es como si no hubiéramos dejado de estar en campaña electoral: Nos hemos acostumbrado a vivir en una contienda continua, en la que la realidad y la verdad han quedado convenientemente aparcadas para dejar sitio a la caza y captura.
    • Democracia interna en los partidos. Dice el artículo 6 de la Constitución, a propósito de los partidos, que "Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos." Definitivamente, el concepto de democracia que tiene el sistema de partidos es distinto del mío, pero yo como ciudadano poco puedo hacer, salvo apuntarme a un partido y esperar que mi "virtud" sea suficiente para expiar todos los pecados de la partitocracia y para vencer la dádiva del poder.
    • Ésta ha sido la historia de los últimos cuatro años y los ciudadanos poco más podemos hacer para revertirla que apagar la televisión, dejar de comprar periódicos o evitar los sitios en Internet que nos desagraden, pero la negación del sufrimiento no puede arreglar este problema.
  • Factores "simplemente prohibitivos":
    • Poder ejecutivo - poder judicial. Resulta sencillamente inaceptable lo que viene ocurriendo con los jueces en este país, no sólo por la sensación de cachondeo, egoísmo, incapacidad y falta de respeto que dan los políticos, sino por la sensación de desnudez de la ley frente a los intereses partidistas. En un sistema democrático, ¿la ley no debe estar por encima de las facciones?
    • Poder legislativo - poder ejecutivo. A todo el mundo le parece normal que el Legislativo y el Ejecutivo - Presidente y Parlamento - nazcan de un mismo y único proceso electoral. No se trata ya de si en el Parlamento "se representan las ideas" y en el Senado "las regiones", sino de si una consulta para escoger a la persona más adecuada para regir un país es lo mismo que formar una cámara de representación al cargo de la función legisladora del estado.
    • Estas circunstancias son sencillamente inaceptables en una democracia, pero los ciudadanos las aceptamos porque frente a estos problemas somos como mosquitos picando a un gigante dormido. La cuestión no está en si hay que cambiar el sistema político "desde dentro" o "desde fuera", sino si los ciudadanos somos capaces de generar un movimiento de cambio tan grande como para romper todos los diques que el poder ha ido estableciendo a la participación ciudadana y obligar a los políticos "a mojarse".
  • Factores "que decepcionan":
    • Resulta totalmente decepcionante que la única vía a través de la que se desarrolla la participación ciudadana - la Iniciativa Legislativa Popular - esté dispuesta de tal modo, que una ILP respaldada por veinte millones de firmas tiene la misma probabilidad de ser atendida que una que sólo cumpla los mínimos. A su manera, el estado de partidos ha ido tendiendo sus puentes hacia la sociedad civil, a su gusto y según sus normas, porque: ¿existe algún protocolo, norma o ley que regule qué asociaciones deben participar en los diferentes consejos ministeriales, que establezca un funcionamiento democrático para estos organismos o les dote de valor representativo? ¿Existe algún protocolo, norma o ley que establezca las condiciones que debe cumplir una asociación para poder recibir subvención pública, ya sea para su mantenimiento o para el apoyo de sus actividades? Por supuesto que existen; De hecho, son escritos y reescritos por quienes gobiernan. Ocurre igual con la idea de participación ciudadana: ¿qué clase de participación es ciudadana si está asistida por la Administración? La apropiación del concepto de "ciudadanía" por parte de la Administración es la última derrota moral de una sociedad desalmada, que acepta que todo el debate sobre la cuestión se limite a si la Iglesia debe o no ser financiada a través del estado, si el Foro de Ermua, la Asociación de Vecinos del Distrito Macarena o la ONG Nunca Mais reciben más o menos dinero de las arcas públicas o si le dan un uso más o menos legítimo. Una sociedad civil que tuviera al menos conciencia social se preocuparía por comprender cómo es posible que una asociación reúna tres millones de firmas y se ignore su propuesta, por conocer la actividad y la organización de aquéllos a quienes financian con su dinero, en fin, resulta, en definitiva, decepcionante, que la comunicación entre la administración y la sociedad se mantenga en situación de clara desigualdad y, sobre todo, que la sociedad tenga que ir a rebufo de la política, cuando esto de la democracia, además del gobierno por y para el pueblo, también es el gobierno del pueblo.
  • Las piezas en juego:
    • Desigualdad del voto. Tenemos una ley electoral gracias a la cual el voto de un señor, por ejemplo, de Segovia, (con todo el cariño a la gente de Segovia, que yo sé que la culpa no es de ellos) tiene más valor que el mío en Sevilla. Esto, que debería ser cargante para la gran mayoría de los demócratas, es el argumento menos repetido en el debate sobre "cambiar la ley electoral". ¿Qué debate hay entonces? Digamos que es como una coctelera donde han ido a parar un popurrí de intereses contrapuestos: por un lado, los de simpatizantes de partidos medianos pero dispersos, que obtienen globalmente bastantes votos, pero localmente menos de los necesarios para obtener escaños. Por otro lado, participan partidos grandes a los que les fastidia la posición de poder de los grupos nacionalistas, que obtienen votos muy concentrados con los que aseguran muchos escaños. Su crítica es arriesgada y no exenta de ironía, porque la ley electoral prima a los partidos mayoritarios y quizás atizar el fuego de la reforma, sólo para limitar el acceso al poder de los nacionalistas - secesionistas, les cueste caro. ¿Es que no le preocupa a nadie "de arriba" que una ley desigual esté propiciando una representación desigual? ¿No le inquieta pensar en la representación de los ciudadanos y la representatividad de los elegidos? Ésta es la pieza fundamental de nuestro juego: la obligación de que todos los españoles seamos iguales ante la Ley y la existencia de una Ley que nos hace desiguales.
    • El límite de la constitucionalidad. Al igual que la inflación de la técnica produce fricciones en el terreno ético, la inflación de la política roza con la filosofía. El debate sobre si "en democracia vale todo" es más importante de lo que parece: el terrorismo es una peligrosa singularidad que amenaza con debilitar el sistema de garantías y aún el espíritu de nuestra civilización. En España, la actividad terrorista es tan antigua como el régimen de la Transición y la postura del poder respecto a la misma ha seguido una trayectoria errática: en un principio, el referéndum de la constitución dejaba bien claro "quién quería estar dentro y quién no". Sucesivos gobiernos han entendido, razonablemente, que es un imperativo moral evitar víctimas, pero, a la luz de esta premisa, se ha ido envenenando una partida de ajedrez con intereses y posturas encontradas, con nacional - sindicalistas, socialistas iluministas, neocarlistas y nacional - patrioteros, todos ellos dando ejemplo de incoherencia, falta de claridad y poca honestidad. No sólo se ha dado pie a esto: a rebufo de la cuestión nacionalista, la actividad política ha experimentado una empuje centrífugo que la ha aproximado al filo de esta cuestión. Se han acumulado hechos políticos y jurídicos que demuestran que rondar este "agujero oscuro de la democracia" sólo produce inestabilidad: recordemos la reunión de Perpignan, las declaraciones de Zapatero en El Mundo, la polémica por la rebeldía de Atutxa frente al Tribunal Supremo, las pirulas que se han venido realizado con la ley de partidos o el referédum - baza de Ibarretxe. Cabe preguntarse si, ya que el valor de la ley se demuestra en su aplicación, aquí la ley vale lo mismo que las promesas electorales y al final va a ser verdad que la ley y las promesas se hacen sólo para los ricos y los paniaguaos. ¿Nos tenemos que conformar los demás con este sistema injusto, desigual y arbitrario? Esta no es una cuestión baladí, sino el meollo del asunto: ¿Sólo por haber nacido en España tenemos que jodernos con lo que hay, aunque lo que hay es indigno por falso, hipócrita, corrupto, canalla y chusquero?
Llega entonces el momento de empezar a hablar de ideas, de cuál es la mejor terapia para sofocar nuestro cabreo, el mejor alivio para el sarpullido que nos produce la fusión de poderes, el secreto para estar alegres rodeados de una gris realidad social y la mejor estrategia para mover nuestras piezas en esta partida contra el conservadurismo del poder, el partidismo, el egocentrismo presidencial, el hermetismo del sistema y la injusticia.

Una historia en Semana Santa: Un beso y un adiós


Vive en el Polígono. En el barrio “B”. Le dieron este piso cuando la echaron de la vivienda de alquiler de la calle Cerrajería con balcones a Sierpes. Eso ocurrió hace unos diez años. Ahora tiene ochenta y algo y vive sola. Desde que la arrancaron de su piso del centro le quitaron media vida. Primero fue ella la que se quiso acostumbrar al autobús pero sus piernas no estaban por la labor. Hace ocho años que no ve ningún paso.
  • Cuando llegan estos días, entre idas y venidas al ambulatorio, no se olvida de sus días de gozo. Bajo su balcón pasaban todos los pasos. El lunes santo era el día en el que salía la Virgen que hizo su hermano Rafael. El piso era una feria de gente desde que llegaba el misterio del Beso de Judas hasta que se despedía la Virgen de las Aguas del Museo. Ahora, y a pesar de la diabetes, se hace su bandeja de torrijas y un puñado de pestiños. Los justos para ella sola y para la vecina que le va por los mandados. No le falta en la mesa de noche el platito con las ramitas de azahar. Así olía el Tiro de Línea y el Barrio León cuando por la noche, nada más pasar el Museo, se iban a ver las entradas del Cautivo y de San Gonzalo. Su televisor es ahora el balcón. Esta mañana sin embargo todo va a ser distinto. En la Parroquia de la calle de al lado, aquí en el Polígono, sale por primera vez la cofradía del barrio.
  • Ha salido con tiempo. Se ha puesto un traje que ya le queda ancho y los corales. “Allí hay que estar a las once para coger sitio” “¿A las once por Dios?” Con el café bebido ha salido de su casa. El bolso en una mano y la silla en el otro. Va a ir despacito para que no se le suba la tensión. Con lo que ella corría cuando iba con su hermano al barrio para ver La Vera Cruz y Las Penas y después también corriendo a San Bartolomé para estar en la entrada de las Aguas. Ahora lo único que corre es el tiempo que se le escapa deprisa. Ha tenido hoy esa intuición de las personas mayores que un día concreto, y sin que se sepa por qué, sienten ya próximo el viaje al otro lado. Ella sospecha que no habrá más Lunes Santos.
  • La dejan estar en primera fila. Sale la cofradía. “Hay que ver el valor que tienen esta gente para ir desde el Polígono al centro y volver...” Los ciriales del misterio se acercan a la puerta. “Vaya paso que han hecho. No que se parece al de la Amargura” Suenan las cornetas. Se alejan. Se mueve el palio y sale la Virgen del Rosario. Tuvo los ojos verdes como ella. “Qué hermosura, si mi hermano hubiera estado vivo...”
  • Se marcha a su casa con el bolso y la silla. Se queda mirando el manto de la Virgen. Traga saliva mientras le manda un beso con la mano. Apenas le queda voz para musitar, “Adios Rosario; llámame cuando quieras...”
Original en pasionsevilla.tv.

La clave electoral



Bueno. Parece que por fin podemos volver a hablar de política sin necesidad de acabar hablando de "a quién vas a votar", así que me siento un poco más animado. Sobre todo, porque veo actividad en los compañeros y eso me invita a desperezarme.

No quería abandonar el tema sin hacer un pequeño apunte personal. Me había empapado de muchos artículos de análisis en clave electoral y periodístico (en definitiva, en clave de poder) y me parecían interesantes lpor ejemplo los de Zarzalejos en estrelladigital (con todo su dardo de rencor) y de Ricardo Rodríguez en El Semanal Digital. También había encontrado algunas páginas cercanas con buen material para tratar el asunto (mi siempre amiga Voto en Blanco hace un análisis interesante, y en Democracia y Unidad leo un artículo muy interesante por la perspectiva del narrador en los acontencimientos que suceden a la derrota del PP en las elecciones. Sin embargo, me voy obligado a hablar en pasado, porque mi compañero Paha Sapa me ha robado el artículo. Sobre todo, me quedo con sus conclusiones:

Otra cosa también sé: los sesudos análisis carentes de alma no enamoran. Son inútiles. Debe pues buscarse un sistema capaz de enamorar y de servir. Una propuesta que fuerce a los partidos no totalitarios a su suicidio como tales por el bien de la libertad de todos. Porque será la fuerza de los ciudadanos, únicos e individuales, pero unidos por un objetivo común de tener un marco para ejercer su derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad quien debe de torcer su brazo.
Poco más puedo aportar yo a semejante montaña de información, o mejorar en algo opiniones tan valiosas. Tan sólo puedo apuntar mis sensaciones personales, muy brevemente:
  • No somos los primeros pardillos ni seremos los últimos. Otros muchos vinieron antes con una cara bonita y buena estrella y nos robaron la cartera, perro no se rompió nada que no pudiera arreglarse y sobre todo: una y no más. También muchos vinieron ofreciendo el oro del moro y lo que hicieron fue llevárselo calentito; la vida siguió su curso, llevándose con ellos a los indecentes y dejando el inevitable sabor amargo de la experiencia. Cabe hacerse dos preguntas: ¿Cuántas decepciones hay que sufrir para renegar del amor? Que es distinto de: ¿Cuántas decepciones hay que sufrir para dejar de ser gilipollas? A mí con una me ha sobrado.
  • No estamos solos. Somos una barbaridad de gente los que estamos cansados de este sistema. Otra cosa es que todos busquemos lo mismo. Sólo sumando los votantes en blanco, los votos de partidos por un voto en blanco computable, los de partidos pequeños con mensaje regenerador y un 1% (!) de los abstsencionistas, somos más de 700.000 ciudadanos, es decir, las bases del mayor partido que hay en España.
  • El voto es sólo el principio. Ni las elecciones han marcado una discontinuidad en la vida política del país ni con el voto nos hemos descargado de nuestra responsabilidad como ciudadanos. Ahora toca darle contenido al voto: si el mío a sido rosa, blanco, azul, verde, rojo, naranja, insustancial, ausente, útil, anti-PP, anti-PSOE, o lo que sea, mi compromiso es mantener mi decisión y actuar en coherencia con aquello que me ha movido a tomar dicha decisión.
  • Empieza a cuajar la idea de que ESTO no es una democracia. Bien. Entonces va siendo hora de hacer pedagogía democrática.
En ello estamos.

El fútbol como excusa (parte I)

Me llega al correo una petición para difundir este documental.
Dicho y hecho!



Espero que os guste.

9M: recuperar nuestras vidas

El resultado de las elecciones no parará la deriva política que está tomando este país. En el mejor de los casos, aplazará la crisis irreversible a la que nos dirigimos, pero no será por mucho tiempo. Tanto si gana Zapatero como si lo hace Rajoy, las circunstancias de su victoria, previsiblemente, serán tales que no podrán reunir fuerzas para responder al órdago lanzado por Ibarreche. No, por la misma razón por la que nadie apaga un fuego echándole gasolina; pues así igual el partidismo no puede limpiar el nacionalismo, porque ambas son formas de particularismo. Tampoco tendrán maniobra para garantizar la integridad de la economía, porque el "fenómeno" (sea crisis, ventisca, cambio o lo que sea) está encima de nosotros desde hace tiempo y nada parece indicar que amaine. Si un tornado se lleva por delante nuestro coche y nuestra casa, es absurdo echarle la culpa al tornado: igual deberíamos haber construido una casa más sólida si sabíamos que podía suceder. Y si efectivamente, no sólo sabíamos que iba a suceder, sino que lo estábamos viendo llegar desde hacía tiempo, no podemos pedirle cuentas a la naturaleza por nuestra irresponsabilidad. Por añadidura, el futuro presidente será uno de los cargos públicos españoles con menos capacidad de maniobra en cuanto a las bazas con que contará para hacer efectivas sus promesas electorales: se habla mucho de educación, pero nadie podrá recuperar a las generaciones perdidas, ni habrá político capaz de superar las contradicciones de su propio partido defendiendo a nivel nacional lo contrario a lo que ponen en práctica en las comunidades autónomas que gobiernan.

Si lo que viene en política territorial es una partida de mus a vida o muerte, en economía es aguantar palos hasta en el carné de identidad y en educación domesticar a una piara de 17 cerdos irresponsables y antojadizos, parece que a muy poca gente se le ha ocurrido pensar que las heridas abiertas en los últimos 8 años alguien tendrá que cerrarlas. A fuerza de aguantar golpes, los españoles nos hemos obligado a olvidar la vejación a la que nos vimos sometidos el día 11 de Marzo de 2004, a suavizar la constante ofensa que supone para la concordia y la libertad la mera existencia del terrorismo político, el escupitajo moral de saber que no hay Justicia, que tenemos un sistema de garantías tan poco independiente que la sentencia a los recursos de inconstitucionalidad del estatuto catalán parecen estar esperando al resultado de las elecciones, por no hablar de la renovación del poder judicial, que parece estar en coma inducido, y que nuestros políticos se han dedicado, por su boca y por boca de otros, a insultar a los españoles, a alterar la convivencia con sus cuitas, sus puñaladas y su demagogia, a inducir en la opinión pública un estado de confrontación y polarización que inhabilita toda forma de comunicación, hasta el punto - maldita sea su estampa - que ha cuajado la idea de que efectivamente sigue habiendo dos españas.

Ninguno de los candidatos a las próximas elecciones - reincido: ninguno - está realmente preparado para afrontar los problemas de este país desde una posición que pueda dar confianza a un elector crítico. Unos por su falta de preparación, otros por su falta de carisma, otros por su escaso bagaje democrático, otros por su codicia inmoral, otros por la debilidad de su opción política y todos en general por el subidón de demagogia y egocentrismo que les mantiene en pie, no confío en que ninguno de ellos sea capaz de sacarnos del berenjenal en el que llevan más de 20 años metiéndonos. Un lío cuya solución no está en un mensaje electoral oportuno, sino en un recorrido de hechos que demuestren una disposición sincera y una preparación suficiente para abordar los problemas que la propia clase política ha ido generando.

Y éste es el problema principal: la cosa está tan mal que las promesas consisten en arreglar los desaguisados de otros, no en mejorar el trabajo de otros. Hablamos de problemas en economía, en educación, en cohesión social y territorial como si fueran consecuencia del azar o de la radiación del universo profundo, cuando en este país lleva habiendo ministerio de educación, de economía, de trabajo y asuntos sociales y de gobernación desde hace unos cuantos lustros, cuando en este país hay leyes que llevan escritas desde antes de 1940 y el edificio legal que nos ampara va para el medio siglo. Todo ello es producto de los políticos y su afán vírico por vivir a costa del pueblo, pero también es producto de su modo depredador de comprender el mundo que lleguemos a aceptar los dobleces que estos señores hacen con la realidad cada vez que hablan.

A partir del 9 de Marzo, nuestro gozo al pozo y todos los ciudadanos a por una causa primordial: recuperar lo que es nuestro, nuestras calles, nuestro mundo, nuestra lengua, nuestro tiempo, nuestras preocupaciones, nuestra memoria, nuestros sueños, nuestros afectos singulares.... nuestro país.